miércoles, 27 de junio de 2012

Capítulo 7, parte 1



Domingo, 28 de junio. Año 69 después de los Días Oscuros

Hoy por fin ha llegado el día que el Capitolio tanto esperaba. La cosecha.
A lo largo de la mañana se irán conociendo los nombres del chico y la chica que representarán a cada distrito en los Sexagésimo Novenos Juegos del Hambre.

Los sorteos están montados de tal manera que los habitantes del Capitolio puedan ver todas las cosechas de todos los distritos del tirón. Por eso, el espectáculo comienza a las ocho y media de la mañana con la elección de los tributos del Distrito 1. A las nueve se hace la conexión con el Distrito 2, y así sucesivamente, hasta llegar al 12, donde la cosecha tiene lugar a las dos (casi seis horas después del inicio).

Este año la cosecha ha caído en domingo, así que nadie está trabajando. Pero otros años, si cae en un día laborable, se decreta fiesta nacional para que absolutamente todo el mundo pueda asistir a la celebración. Sin excepciones.

A las ocho y media en punto yo estaba en la cocina, mordisqueando una pequeña zanahoria a modo de desayuno, cuando se ha encendido la televisión, ha sonado el himno del Capitolio mientras aparecía en pantalla su flamante emblema, y acto seguido se ha visto también el del Distrito 1. Mis padres y Prim han venido enseguida. Los cuatro sentados alrededor de la mesa hemos visto cómo ninguno de los niños parecía asustado.
Loria Torney, representante del Capitolio en el Distrito 1, ha pronunciado con voz cantarina el mismo discurso de todos los años, leyendo fragmentos del Tratado de la Traición que puso fin a los Días Oscuros, y entonces ha comenzado el espectáculo. Se ha dirigido, dando unos ridículos pasitos, a la urna que contenía los nombres de las chicas, ha elegido una papeleta, y ya de vuelta en el centro del escenario ha pronunciado el nombre. Las cámaras han enfocado a una chica morena de unos quince años que ha caminado hacia donde estaba Loria con una sonrisa de suficiencia, y una expresión triunfal. No ha habido voluntarias a ocupar su puesto, aunque tampoco daba la sensación de necesitarlas. Parecía bien entrenada, atlética, segura de sí misma. Exactamente igual que todos los profesionales.
Luego ha llegado el turno del tributo masculino. El elegido debía de tener alrededor de trece años, y me ha dado la sensación de que se mostraba algo desconcertado al oír su nombre. No obstante, cuando Loria ha pedido voluntarios, un chico pelirrojo enorme, todo músculo y fuerza, ha subido al escenario. Ivory Hornby. Me he quedado con su nombre, ya que es el prototipo de vencedor. No me extrañaría nada que ganara los Juegos. Es atractivo, fuerte, y no hay ni una sola sombra de duda en su mirada; seguro que acapara patrocinadores sin siquiera proponérselo. El público inmediatamente ha aclamado al héroe.
Tras los pertinentes comentarios de Caesar Flickerman, se ha establecido la conexión con el Distrito 2, y se ha repetido el proceso. Otros dos tributos profesionales, con el mismo aspecto fiero que los del 1, han subido al escenario.

Los sorteos han seguido toda la mañana, pero no he visto más que hasta la cosecha del Distrito 4. No soporto ver las caras de las personas que van a morir en las próximas semanas a manos de sus propios compañeros. Me he ido a mi habitación, aunque la voz de Flickerman seguía resonando desde la cocina.

A la una hemos empezado a prepararnos para asistir a la cosecha de nuestro distrito. Nos lo hemos tomado con algo de calma, ya que, aunque la asistencia es estrictamente obligatoria, no nos corría prisa. Solo los que entran en la lista deben estar con la suficiente antelación en la plaza.

Hemos llegado con un margen de veinte minutos a una de las calles colindantes al majestuoso escenario que el Capitolio había montado, y no hemos podido seguir avanzando. Obviamente, tienen preferencia los familiares de quienes pueden salir elegidos. Sin embargo, para asegurarse de que no nos perdemos ni un detalle, nuestros soberanos han instalado también pantallas gigantes por las calles. Observando toda la parafernalia desplegada, no he podido evitar preguntarme cómo es que el Capitolio tiene medios para organizar todo esto, y no para ayudar a los distritos a que lleven un nivel de vida aceptable. Cada día Panem me parece un lugar más injusto.

A nuestro alrededor había un montón de comerciantes que manejaban sus fajos de billetes apostando por la edad y la procedencia de los futuros tributos. Los trapicheos que se traían entre ellos me han recordado un poco a los movimientos del Quemador, el mercado negro de la Veta. He podido oír cómo uno de los apostantes más experimentado le decía a otro, que acababa de llegar, que la prima subía cuanto más joven fuese el tributo, y se ganaba un extra si además procedía de la Veta. No he querido seguir escuchando.

Poco a poco, las conversaciones se han ido apagando, hasta que un silencio casi sepulcral ha invadido la zona. Effie Trinket ha hecho aparición en la  enorme pantalla que tenemos delante, y con su sonrisa de impecables dientes, y su musical acento del Capitolio ha empezado a parlotear las mismas palabras que todos nos conocemos de memoria. Cuando por fin ha terminado, ha canturreado, en un tono mucho más alegre de lo que la situación requiere:

- Como siempre, ¡las damas primero!




5 comentarios:

  1. O_O Me encanta,escribes muy muy bien!! Espero que subas pronto el siguiente ;)

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  2. Me has dejado pasmada, simplemente me encanta¡! >.< Espero con impaciencia el siguiente capítuloo!!

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  3. Muchisimas gracias de verdad!!! Me hace muchisima ilusion que os guste! :)

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  4. ¡Me encanta! Felicidades. Lo haces muy bien.

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