Martes,
7 de julio. Año 69 después de los Días Oscuros.
Son las
nueve de la mañana. El cronómetro de la pantalla de televisión cuenta los
últimos diez segundos. La imagen que se muestra ahora es la más esperada: una
extensísima selva húmeda, tropical, con grandes árboles de anchas hojas, alta vegetación
de exóticos colores. En el centro de ese mar verde se ve un amplio claro, con
una ruinosa pirámide escalonada, similar a las construidas por la ancestral
cultura maya; en la cúspide descansa la dorada cornucopia. Alrededor del templo
están dispuestas las veinticuatro bases, sobre las que uno a uno van
apareciendo los veinticuatro tributos, que miran sorprendidos el escenario. Van
vestidos con una ligera camiseta de algodón negro, unos pantalones cortos, por
encima de la rodilla, de color verdoso, y unas fuertes botas militares.
Cuando aparece
el último tributo, la voz de Claudius Templesmith, presentador de los Juegos,
inunda la cocina de mi casa, el Distrito entero, y todo Panem:
-Damas
y caballeros, ¡que empiecen los Sexagésimo Novenos Juegos del Hambre!
La cámara
recoge un primer plano de cada uno de los chicos, paralizados en sus
plataformas, mientras una nueva cuenta atrás aparece en la pantalla sobre sus
caras. Sesenta segundos. Un minuto y empezará el baño de sangre. Si a uno solo
de ellos se le ocurriera poner un pie en el suelo antes de que termine la
cuenta atrás, las minas se activarían y lo volarían en pedazos.
Se puede
observar cómo cada tributo sopesa sus posibilidades. Este año no es tan
sencillo llegar a la cornucopia, donde se encuentran todas las armas y
provisiones. No les valdrá con una simple carrera, tienen que subir las
escaleras de la pirámide, y luego bajarlas. El baño de sangre promete ser
especialmente horrible.
La cámara
enfoca a Meena. Unas enormes lágrimas caen por sus mejillas. Está temblando
perceptiblemente, y mira nerviosa a su alrededor. Ahora es Donney quien ocupa
el primer plano. No está llorando, ni siquiera parece nervioso. Tiene la mirada
fija en una mochila que hay tirada en uno de los primeros escalones de la
pirámide.
Prim me
está agarrando fuertemente el brazo.
- ¡No
puede ir! ¡No puede meterse en el baño de sangre! – solloza.
- Puede
que consiga salir corriendo antes de que llegue otro.
Mi madre
acaba de lanzarle una mirada a mi padre, que se levanta y sostiene a Prim entre
sus brazos. Mi hermana entierra su carita en su pecho. Hace bien en no mirar. Sin
embargo yo, por más que lo intento, no puedo apartar la mirada del televisor. El
horror se ha apoderado de mí, estoy completamente hipnotizada.
De pronto
la cámara muestra por primera vez un primer plano de la cornucopia, y todos
soltamos un quejido de espanto. Ahí no hay armas. O al menos no las que suele
haber. Solo hay un montón de mazas con pinchos esparcidas a su alrededor. Sufrimiento
es la única palabra que se me ocurre. Sufrimiento innecesario.
Entonces
suena el gong. Los tributos saltan de las plataformas para correr hacia todas
las direcciones. Veo que Ivory Hornby y su compañera del 1 ya han subido unos
cuantos peldaños, y llevan la delantera. Los chicos del 2 y del 4 están a pocos
metros de ellos. En las otras caras de la pirámide los tributos se pelean, se
empujan y algunos caen, aunque no parece que se hagan mucho daño, ya que la
altura aún es poca.
Meena todavía
sigue en su base, inmóvil. Sin embargo, parece que por fin algo la hace
reaccionar y sale corriendo en dirección a la jungla, sin pararse a mirar atrás.
Si sabe encontrar un escondite, creo que huir de la masacre es lo mejor que
puede hacer.
Por su
parte, Donney ha llegado tarde para coger la mochila en la que se había fijado.
El tributo del 8 se le ha adelantado, pero por suerte nada más cogerla ha
empezado a correr en lugar de pararse para enfrentarse a Donney. Entonces hace
lo que nunca ha debido hacer: mira hacia la cima de la pirámide y empieza a
subir, supongo que en busca de algo que se le pueda haber caído a algún otro
tributo.
Un cuerpo
cae desde arriba, choca contra unos cuantos escalones, y se estrella contra el
suelo. Otro chico rueda por las escaleras mientras se ve cómo sus brazos se van
desencajando.
En algún
momento me llevo las manos a la cara, cubriéndola casi por completo. Mi padre sale de la cocina con una llorosa Prim
abrazada a su cuello.
-Katniss,
no tienes por qué ver esto… - me dice mi madre, con voz triste.
Pero no
puedo quitar los ojos de ese torbellino de violencia. No puedo apartar de mí la
idea de que en tan solo un año podría ser yo la que estuviese ahí.
Mientras
mi mente corre por un campo de dolorosos pensamientos, veo cómo la chica del 2
está bajando los escalones a grandes zancadas, maza en mano. Donney no la ve,
no puede verla. La chica se acerca por detrás, y con una mirada de brillo
inhumano alcanza la nuca del pequeño huérfano. Sin tapujos, sacude la sangre de
la rudimentaria arma, y de una patada hace que el cuerpo de Donney ruede hasta
la base de la pirámide.
Noto que
me mareo, y decido que ha llegado el momento de alejarme de esta visión. Corro a
la habitación contigua, donde mi padre sigue consolando a Prim con su suave
voz. Ambos me miran, y no tardo en sentarme junto a mi hermana sobre el regazo
de mi padre.
Al cabo
de un rato, mi madre se asoma por el marco de la puerta.
-Ya ha
acabado el baño de sangre. Los que quedan están buscando refugio.- dice sin emoción.
Volvemos
los cuatro a la cocina. Justo en ese momento empiezan a sonar los cañonazos que
marcan la muerte de un tributo.
1…
2…
3…
4…
5…
6…
7…
8…
9…
10…
11…
12…
13.
Trece tributos muertos en el baño de sangre. Esta debe de ser de las ediciones
más sangrientas. Solo quedan once.
Miro a
mi madre, y esperanzada pregunto:
- ¿Meena?
Con un
gesto de profunda tristeza, niega con la cabeza.
- Empezó
bien, huyendo, pero se desorientó y acabó de nuevo en el claro. Los profesionales
seguían allí.
Una pesada
losa cae sobre mí. Nuestros dos tributos han dejado de vivir el primer día. En realidad
no me sorprende, casi siempre ocurre esto, y los huérfanos no eran para nada
esperanzadores. Pero es precisamente eso lo que me desgarra. He empezado a
llorar. Odio los Juegos del Hambre. Odio al Capitolio. Me lanzo a los brazos de
mi madre, y es así como poco a poco consigo calmarme, como una niña pequeña que
intenta desprenderse de la reciente imagen de un mal sueño. Cierro los ojos, y
mientras mi madre acaricia mi pelo, internamente deseo que alguien acabe pronto
con mi pesadilla.
T_T Yo voy a llorar,pobrecitos todos los tributos,aunque como todos sabemos,morirán todos excepto uno T_T Qué triste,pobre Katniss
ResponderEliminarya, según lo escribía me tenía que repetir varias veces que no podían seguir vivos todos, y que los del 12 no podían ganar :(
Eliminarahhhh porkeeee¡¡¡¡ porkeeeeee tenia que regresr al clarooo??¡¡¡¡
ResponderEliminarjajaja tarde o temprano tenía que pasar... y los del 12 nunca han durado mucho
Eliminary katniss y peeta y haymitch??¡¡¡¡ ellos duraron mucho :3
Eliminarsí, pero eran completamente excepcionales :)
Eliminarademás, en el momento que está contando Katniss en este capítulo, faltan 5 años para que Peeta y ella vayan a los juegos, así que el historial del 12 no es nada bueno jaja
... hermoso capitulo y triste a la vez... pero reflejas de manera perfecta la situacion.... felicitacionessss
ResponderEliminarmil gracias :)
Eliminarme alegra saber que he transmitido cómo se siente Katniss al ver los juegos. La verdad es que me costó bastante escribir este capítulo, porque no quería que los huérfanos muriesen, pero no tenía otra opción :(
:'( Los dos han caido el primer dia, me encanta como juntas todo lo que siente Katniss es increíble como haces que lo vivamos :)
ResponderEliminarMuchas gracias :)
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