jueves, 19 de julio de 2012

Capítulo 11


Entendería que me odiáseis, tributos... Siento mucho no poder publicar capítulos con una mayor frecuencia, pero en mi día a día no tengo tiempo material para sentarme a escribir un largo rato (aunque me encantaría poder hacerlo)...
En fin, que aquí tenéis el Capítulo 11. Espero que lo disfrutéis mucho :)



Jueves, 9 de Julio. Año 69 después de los Días Oscuros.

El Distrito está de luto. El silencio se ha adueñado de las calles. Estos días no hay risas de niños, ni jaleo en la plaza. La poca gente que sale de su casa camina cabizbaja, como si quisiera evitar cualquier mirada.
No es para menos. Los Juegos se han llevado a otros dos chicos que convivían con nosotros, aquí en el 12. Aunque sea habitual que ambos tributos mueran, uno no acaba de acostumbrarse a ver lo mismo cada año.

A las doce del mediodía hemos sido convocados en la plaza central del Distrito. Esta vez no había escenario, pero sí que he visto unas cuantas cámaras de televisión montadas alrededor del lugar. Está muy claro lo que toca hoy.
El Capitolio nos devuelve los maltrechos cuerpos de los dos jóvenes tributos.

Las delicadas cajas de madera llegan desde la ciudad principal de Panem en uno de esos trenes de alta velocidad, y desde la estación del Distrito 12 los trasladan a la plaza en un carro tirado por un único y viejo caballo pardo. Cuando se oyen a lo lejos los cascos del animal, la gente empieza a retirarse para formar un pasillo que llega hasta el centro de la plaza. Han colocado una gran alfombra gris circular, sobre la que depositarán los restos de los dos huérfanos.
En el Distrito solo se escuchan las rítmicas pisadas del caballo. Nadie se atreve a pronunciar una sola palabra. Miro a Prim, está fuertemente agarrada a la falda de mi madre, que acaricia en un gesto tranquilizador su largo cabello rubio. Mi padre, situado detrás de mí, tiene las manos apoyadas sobre mis hombros, sin ejercer ninguna presión.
Justo enfrente de mí veo un enorme grupo de niños. La mayoría está llorando; unos con lágrimas silenciosas y solemnes, otros desconsolados y apoyados en los hombros de sus compañeros. Son los niños del orfanato, los que han compartido tantas horas con Meena Kelow y Donney Close. Los que, al fin y al cabo, eran su única familia.

Un par de lágrimas consiguen escapar y rodar por mis mejillas. No les conocía, pero el sentimiento inunda el ambiente de tal manera que la pérdida de estos dos jóvenes parece doler en los corazones de cada habitante del Distrito.

La cadencia de los pasos del caballo se ha reducido. El suave murmullo de las ropas de la gente al apartarse llega a mis oídos. Durante unos segundos veo el decrépito carro pasando a solo unos metros de mí. Mi madre me coge la mano. Oigo los sollozos de mi hermana, pero no la miro. No quiero llorar más.
Por fin el cochero detiene al cansado animal, y dos hombres más acuden a ayudarle a bajar las pesadas cajas. Cuando ya las han depositado sobre la mullida alfombra, el alcalde Undersee, el padre de Madge, se acerca a un micrófono colocado al frente del círculo y comienza a dar el discurso que se da todos los años en honor a los tributos caídos. En la ceremonia siempre hay una parte en la que los familiares de los chicos acuden a despedirse por última vez y a recoger los honores y los efectos personales (como la insignia del Distrito que hayan portado los tributos durante los Juegos). Sin embargo, hoy no ha podido acudir nadie a la llamada del alcalde.

Veo cómo un agente de la paz porta dos cajitas hasta donde se encuentra el señor Undersee. Éste las abre y las dirige a los presentes. En una hay una esclava plateada, supongo que perteneciente a Meena. En la otra hay una pequeña canica tallada en madera y barnizada, con un emblema que deduzco será el de la familia de donde procedía Donney. Como nadie puede recogerlos, anuncian, esos objetos serán guardados en el Edificio de Justicia.

Cuando el alcalde termina de hablar, pide guardar un minuto de silencio por ambos antes de trasladarlos al cementerio del Distrito. Entonces, como es habitual en los entierros, poco a poco todos los habitantes del distrito se llevan los tres dedos centrales de la mano a los labios, y los alzan en dirección a donde yacen los huérfanos, en señal de respeto y despedida.


Volvemos a casa, y la televisión sigue encendida. Día y noche, los Juegos del Hambre nos acompañan. Estoy completamente desganada, así que no me importa sentarme frente a la pantalla y dejar que mis pensamientos vuelen mientras mi mirada se pierde en esa jungla tropical que es la arena de este año. Cada poco tiempo aparece un letrero informando sobre los tributos que aún siguen vivos, alianzas, recursos que tiene cada uno, etcétera.

Solo hace tres días que empezaron, y ya solo quedan ocho tributos: los dos del 1, también el chico y la chica del 2; el chico del 4; la chica del 7; el del 10, y el del 5. Parece que los profesionales ya se han quitado de en medio a todos los que podían molestarles, y es ahora cuando “empieza el juego de verdad”, según las palabras de Claudius Templesmith.

No sé cuánto durará esto. Hay años que los tributos han aguantado hasta tres semanas en la arena; pero también recuerdo una edición en la que en tan solo nueve días ya se había acabado todo. A decir verdad, creo que ahora los profesionales tendrán las cosas un poco más complicadas. Sí, han fulminado a unos cuantos en el baño de sangre, pero las horribles mazas con pinchos de este año solo permiten ese tipo de lucha, el cuerpo a cuerpo. Si alguno de los restantes quiere esconderse y evita los enfrentamientos directos puede que consiga durar bastante. Quién sabe, quizá tenga suerte y los profesionales acaben matándose entre ellos; no sería la primera vez.

De momento la cosa está muy parada. Aburrida, me dirijo a mi habitación y me tumbo boca arriba en la cama, mirando al techo gris lleno de manchas producidas por las goteras. Noto mi respiración relajada. Cierro los ojos, y mi mente empieza a mecerse con el ritmo de las agujas del reloj de la cocina. Suspiro y les dedico un último pensamiento a los huérfanos, caídos en los Juegos. Y entonces, solo entonces, mi miedo desaparece. Si alguna vez soy yo la que tenga que ir a la arena, me digo, lucharé por volver viva al Distrito 12.





11 comentarios:

  1. la verdad que si te odiaria por hacer esperar para leer un capitulo tan hermoso.. emocionante.. tan bien escrito y que describes tan bien las emoociones.. hermosisimo.. y hablando bien en serio.. no importa que tardes en publicarlo.... vale la pena esperar para leer un ahostoria tan linda y tan bien escrita

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    1. Es todo un halago :)
      Me alegro de que sigas pensando lo mismo de la historia de Katniss, y espero no decepcionarte en adelante ;)
      Un beso!

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  2. Me ha encantado Kationak, de verdad que es precioso
    besos

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    1. Ohhhh muchas gracias!! ^^
      me hace muchísima ilusión que me digáis eso! :D

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  3. Me has hecho sentir mal y todo, este capitulo me ha dejado.. puff no sabría decirlo. Ha sido muy triste pero a la vez muy bonito :') Es increíble como describes cada emoción, cada pensamiento, escribes realmente bien. Vale la pena esperar si el siguiente capitulo es tan solo la mitad de bueno :')

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    1. Jo Andrea, muchas gracias! Me dejas sin palabras :)
      Y ahora mismo voy a tu blog a leer el nuevo relato ;)

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  4. Jo,qué triste T_T De verdad que me encantan tus capítulos y como escribes!
    Y no nos enfadamos contigo,porque creo que a muchos (Al menos a mí) nos pasa lo mismo,que no hay tiempo jajajajaja Un besazo enorme!

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    1. Muchas graciaaaaas ^^ también por entenderme, yo soy de las que en verano no paran!
      Un beso carol! :)

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  5. valio la pena espera, has regresado con todo¡¡¡¡¡¡ muy buen capitulo¡¡¡¡

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    1. muchas muchas gracias, Danielaa!! :) me alegro mucho de que os haya gustado!
      el 12 ya está en camino...

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  6. no puedo parar de leer! me encantaaaaaa:D

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