Entendería que me odiáseis, tributos... Siento mucho no poder publicar capítulos con una mayor frecuencia, pero en mi día a día no tengo tiempo material para sentarme a escribir un largo rato (aunque me encantaría poder hacerlo)...
En fin, que aquí tenéis el Capítulo 11. Espero que lo disfrutéis mucho :)
Jueves,
9 de Julio. Año 69 después de los Días Oscuros.
El
Distrito está de luto. El silencio se ha adueñado de las calles. Estos días no
hay risas de niños, ni jaleo en la plaza. La poca gente que sale de su casa
camina cabizbaja, como si quisiera evitar cualquier mirada.
No es
para menos. Los Juegos se han llevado a otros dos chicos que convivían con
nosotros, aquí en el 12. Aunque sea habitual que ambos tributos mueran, uno no
acaba de acostumbrarse a ver lo mismo cada año.
A las
doce del mediodía hemos sido convocados en la plaza central del Distrito. Esta vez
no había escenario, pero sí que he visto unas cuantas cámaras de televisión montadas
alrededor del lugar. Está muy claro lo que toca hoy.
El Capitolio nos devuelve
los maltrechos cuerpos de los dos jóvenes tributos.
Las delicadas
cajas de madera llegan desde la ciudad principal de Panem en uno de esos trenes
de alta velocidad, y desde la estación del Distrito 12 los trasladan a la plaza
en un carro tirado por un único y viejo caballo pardo. Cuando se oyen a lo
lejos los cascos del animal, la gente empieza a retirarse para formar un
pasillo que llega hasta el centro de la plaza. Han colocado una gran alfombra
gris circular, sobre la que depositarán los restos de los dos huérfanos.
En el
Distrito solo se escuchan las rítmicas pisadas del caballo. Nadie se atreve a
pronunciar una sola palabra. Miro a Prim, está fuertemente agarrada a la falda
de mi madre, que acaricia en un gesto tranquilizador su largo cabello rubio. Mi
padre, situado detrás de mí, tiene las manos apoyadas sobre mis hombros, sin
ejercer ninguna presión.
Justo enfrente
de mí veo un enorme grupo de niños. La mayoría está llorando; unos con lágrimas
silenciosas y solemnes, otros desconsolados y apoyados en los hombros de sus
compañeros. Son los niños del orfanato, los que han compartido tantas horas con
Meena Kelow y Donney Close. Los que, al fin y al cabo, eran su única familia.
Un par
de lágrimas consiguen escapar y rodar por mis mejillas. No les conocía, pero el
sentimiento inunda el ambiente de tal manera que la pérdida de estos dos
jóvenes parece doler en los corazones de cada habitante del Distrito.
La cadencia
de los pasos del caballo se ha reducido. El suave murmullo de las ropas de la
gente al apartarse llega a mis oídos. Durante unos segundos veo el decrépito
carro pasando a solo unos metros de mí. Mi madre me coge la mano. Oigo los
sollozos de mi hermana, pero no la miro. No quiero llorar más.
Por fin
el cochero detiene al cansado animal, y dos hombres más acuden a ayudarle a
bajar las pesadas cajas. Cuando ya las han depositado sobre la mullida
alfombra, el alcalde Undersee, el padre de Madge, se acerca a un micrófono colocado
al frente del círculo y comienza a dar el discurso que se da todos los años en
honor a los tributos caídos. En la ceremonia siempre hay una parte en la que
los familiares de los chicos acuden a despedirse por última vez y a recoger los
honores y los efectos personales (como la insignia del Distrito que hayan
portado los tributos durante los Juegos). Sin embargo, hoy no ha podido acudir
nadie a la llamada del alcalde.
Veo cómo
un agente de la paz porta dos cajitas hasta donde se encuentra el señor
Undersee. Éste las abre y las dirige a los presentes. En una hay una esclava
plateada, supongo que perteneciente a Meena. En la otra hay una pequeña canica
tallada en madera y barnizada, con un emblema que deduzco será el de la familia
de donde procedía Donney. Como nadie puede recogerlos, anuncian, esos objetos
serán guardados en el Edificio de Justicia.
Cuando el
alcalde termina de hablar, pide guardar un minuto de silencio por ambos antes
de trasladarlos al cementerio del Distrito. Entonces, como es habitual en los
entierros, poco a poco todos los habitantes del distrito se llevan los tres
dedos centrales de la mano a los labios, y los alzan en dirección a donde yacen
los huérfanos, en señal de respeto y despedida.
Volvemos
a casa, y la televisión sigue encendida. Día y noche, los Juegos del Hambre nos
acompañan. Estoy completamente desganada, así que no me importa sentarme frente
a la pantalla y dejar que mis pensamientos vuelen mientras mi mirada se pierde
en esa jungla tropical que es la arena de este año. Cada poco tiempo aparece un
letrero informando sobre los tributos que aún siguen vivos, alianzas, recursos
que tiene cada uno, etcétera.
Solo hace
tres días que empezaron, y ya solo quedan ocho tributos: los dos del 1, también
el chico y la chica del 2; el chico del 4; la chica del 7; el del 10, y el del
5. Parece que los profesionales ya se han quitado de en medio a todos los que
podían molestarles, y es ahora cuando “empieza el juego de verdad”, según las
palabras de Claudius Templesmith.
No sé
cuánto durará esto. Hay años que los tributos han aguantado hasta tres semanas
en la arena; pero también recuerdo una edición en la que en tan solo nueve días
ya se había acabado todo. A decir verdad, creo que ahora los profesionales tendrán
las cosas un poco más complicadas. Sí, han fulminado a unos cuantos en el baño
de sangre, pero las horribles mazas con pinchos de este año solo permiten ese
tipo de lucha, el cuerpo a cuerpo. Si alguno de los restantes quiere esconderse
y evita los enfrentamientos directos puede que consiga durar bastante. Quién
sabe, quizá tenga suerte y los profesionales acaben matándose entre ellos; no
sería la primera vez.
De momento
la cosa está muy parada. Aburrida, me dirijo a mi habitación y me tumbo boca
arriba en la cama, mirando al techo gris lleno de manchas producidas por las
goteras. Noto mi respiración relajada. Cierro los ojos, y mi mente empieza a
mecerse con el ritmo de las agujas del reloj de la cocina. Suspiro y les dedico
un último pensamiento a los huérfanos, caídos en los Juegos. Y entonces, solo
entonces, mi miedo desaparece. Si alguna vez soy yo la que tenga que ir a la
arena, me digo, lucharé por volver viva
al Distrito 12.
la verdad que si te odiaria por hacer esperar para leer un capitulo tan hermoso.. emocionante.. tan bien escrito y que describes tan bien las emoociones.. hermosisimo.. y hablando bien en serio.. no importa que tardes en publicarlo.... vale la pena esperar para leer un ahostoria tan linda y tan bien escrita
ResponderEliminarEs todo un halago :)
EliminarMe alegro de que sigas pensando lo mismo de la historia de Katniss, y espero no decepcionarte en adelante ;)
Un beso!
Me ha encantado Kationak, de verdad que es precioso
ResponderEliminarbesos
Ohhhh muchas gracias!! ^^
Eliminarme hace muchísima ilusión que me digáis eso! :D
Me has hecho sentir mal y todo, este capitulo me ha dejado.. puff no sabría decirlo. Ha sido muy triste pero a la vez muy bonito :') Es increíble como describes cada emoción, cada pensamiento, escribes realmente bien. Vale la pena esperar si el siguiente capitulo es tan solo la mitad de bueno :')
ResponderEliminarJo Andrea, muchas gracias! Me dejas sin palabras :)
EliminarY ahora mismo voy a tu blog a leer el nuevo relato ;)
Jo,qué triste T_T De verdad que me encantan tus capítulos y como escribes!
ResponderEliminarY no nos enfadamos contigo,porque creo que a muchos (Al menos a mí) nos pasa lo mismo,que no hay tiempo jajajajaja Un besazo enorme!
Muchas graciaaaaas ^^ también por entenderme, yo soy de las que en verano no paran!
EliminarUn beso carol! :)
valio la pena espera, has regresado con todo¡¡¡¡¡¡ muy buen capitulo¡¡¡¡
ResponderEliminarmuchas muchas gracias, Danielaa!! :) me alegro mucho de que os haya gustado!
Eliminarel 12 ya está en camino...
no puedo parar de leer! me encantaaaaaa:D
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